Cerrando el círculo: cicloturismo entre Teruel y Cuenca

¿Por dónde nos habíamos quedado? ¡Ah sí! Después de desembarcar en Barcelona y  vivir varios reencuentros, poníamos rumbo a Villamayor de Santiago. Pedaleamos las provincias de Barcelona y Tarragona y, estando en esta última, el otoño había hecho acto de presencia y empezamos a tener días de lluvia, menos horas de luz y bastante más frío. Desde Bot, habíamos calculado 4 días para llegar a la ciudad de Teruel y ya teníamos reservado un alojamiento. Después de un día de intensa lluvia, y solo 20km avanzados, tuvimos que resguardarnos en el pequeño pueblo de Arnes. Esa noche, cayeron en el Parque Natural dels Ports,  las montañas que rodean al pueblo, 200 l/m2, ¡una locura!

Con todo esto, ¿podríamos cumplir nuestro objetivo?

Íbamos a comprobarlo.

Orgullo rural

Teruel en bicicleta: la Laponia Española

Volvimos a la ruta para retomar de nuevo la Vía Verde del Zafán, dirección Alcañiz. El día amaneció soleado y coincidimos con una marcha ciclista que celebraba el día del Orgullo Rural. A tramos, el camino se encontraba plagado de barro o piedras que se habían desprendido a causa de las fuertes lluvias. Fuimos avanzando esquivando los obstáculos hasta que llegamos a un túnel que se encontraba invadido por el barro. Otro ciclista que venía en sentido contrario nos advirtió que el camino empeoraba y que él había decidido salir a la carretera para poder avanzar. Con nuestras bicis tan cargadas, aventurarnos a cruzar el túnel, llenar los frenos de barro, y tener que pringarnos hasta los tobillos no parecía la mejor opción. Decidimos que no valía la pena y que era mejor desviarse ya a la carretera.

Así lo hicimos, avanzando hasta el pueblo de Calanda. Buscando dónde acampar, nos desviamos hacia la pedanía de Foz de Calanda. Encontramos una zona entre huertas, saliendo de la carretera/camino por la que solo vimos pasar un coche en toda la tarde.

Viento en Teruel

A la mañana siguiente, continuamos nuestra ruta, adentrándonos hacia el corazón de la provincia de Teruel. En Alcorisa paramos a desayunar y aprovisionarnos. El día prometía emociones: subida al puerto de montaña de Majalinos (1.450m), recorrer parte de la conocida como «Ruta del Silencio», cielo encapotado con previsión de lluvia y fuertes rachas de viento. ¡Nos lanzamos! Empezamos el recorrido ascendiendo por la carretera A-1702 hasta el pueblo de Ejulve. Allí, continuaba nuestro recorrido por la sinuosa y tranquila carretera A-1403. El paisaje era como de otro mundo: árido, grisáceo, rocoso…lunar. El viento jugaba en nuestra contra y soplaba fuerte, obligándonos a mantenernos firmes en nuestros manillares. Coronamos el puerto de Majalinos y nos dejamos caer por el otro lado de la montaña. 

Puerto de Majalinos

Llegamos hasta la antigua central térmica, ahora abandonada. Nos adentramos en su interior, en modo expedición, por si el sitio se prestaba para pasar la noche a cubierto y resguardados del frío. De repente, llegamos hasta una sala forrada con paredes de pizarra, llenas de símbolos, fórmulas y ecuaciones matemáticas. En el centro de la habitación, unos pupitres de colegio antiguo. ¡Nos quedamos alucinados! ¿Qué era todo eso? ¿alguien estaba dando clases secretas de matemáticas?¿algún científico loco?¿el escenario de una película? La escena nos dio una mezcla de sorpresa y «yuyu».

No acabó de convencernos el sitio y salimos. A escasos kilómetros, en el pueblo de Aliaga, vimos que había un camping municipal con muy buen precio y decidimos continuar y pasar la noche allí.

Con las luces del atardecer, el paisaje se veía espectacular. El pequeño pueblo se encontraba enclavado entre montañas y las formaciones rocosas que se veían nos dejaron con la boca abierta. Supimos que este lugar fue el primer Parque Geológico de España y que el camping donde fuimos a dormir era el alojamiento habitual de grupos de alumnos y profesores de geología holandeses, que cada año venían a estudiar la zona.

Parque Geológico Aliaga

Pasamos una buenísima noche y, al día siguiente, pusimos rumbo a la ciudad de Teruel. El paisaje rocoso seguía siendo impresionante y el viento continuó siendo fiel compañero. Avanzábamos lentamente, pedaleada tras pedaleada. Intentando no frustrarnos y tomarnos la situación de la mejor manera posible, ¿qué más daba llegar dos horas antes que después?

En Ababuj, otro de esos pequeñísimos pueblos que salpican la esta zona de Teruel, almorzamos uno de esos menús contundentes de trabajadores, en el único bar existente. Seguimos nuestro avance, lento pero firme, rodeados de ese paisaje tan poco común. Tras varias horas, alcanzamos el puerto de Cabigordo (1.600m). En lugar de parar a comer de hornillo, y viendo que las nubes se iban cerrando, decidimos dar un último apretón y llegar ya a la ciudad para darnos un homenaje en forma de migas, estofado de judías o cualquier otro plato de cuchara.

Puerto de Cabigordo

Inciso aquí para hablar sobre un par de cuestiones que nos chocaron mucho de nuestro paso por estas zonas. Por un lado, la cantidad de granjas porcinas que nos encontramos en el interior de Tarragona. Las olías mucho antes de verlas. Un olor de esos que te penetran y del que no puedes escapar. Hedor. ¿De verdad esa es la carne que queremos comer… la de animales hacinados, que no se mueven, que enferman, medican y viven toda su vida encerrados en minúsculos espacios? Nos dio mucho que pensar sobre el origen de lo que comemos. Por otro lado, llegando a la ciudad de Teruel, nos topamos de repente, con un macro-vertedero. La basura, arrastrada por el aire, llegaba e inundaba el arcén de la carretera por la que pedaleábamos, llenándola de botellas, bolsas, etc. (sobre todo de plástico). Un lugar donde los buitres y otras aves planeaban y se daban un atracón. Volvimos a hablar de nuestros hábitos de consumo y la importancia de ser conscientes de la basura que generamos. Por mucho que la echemos a un contenedor o una papelera, LA BASURA NO DESAPARECE. Pensemos antes de comprar algo, cuánto envoltorio lleva, cuánto de eso es evitable o si podemos encontrar a ese producto una alternativa sin residuo.

Dos situaciones que nos provocaron mucha tristeza y mucho sobre lo que pensar.

Teruel, Montañas Vacías y Suryabikepacking

Pasamos tres días en Teruel descansando,  paseando la ciudad y aprovechando para conocer en vivo y en directo un proyecto que llevábamos mucho tiempo siguiendo en redes: Suryabikepacking. Un local en Teruel que es el punto de reunión de una gran comunidad en la que se unen dos pasiones: el bikepacking y el yoga. Llevando este proyecto están Cris e Irra, una pareja de majos que, se nota, han creado este lugar con mucho cariño. Este proyecto está muy ligado también al de Montañas Vacías, una iniciativa que busca mantener vivos y en movimiento los pueblos de esta zona altamente despoblada (conocida por eso como la Laponia Española). A través de una ruta de senderos, caminos y pistas (adaptable también a carretera), motiva a viajeros y visitantes a recorrer y conocer esta zona de montes y sierras. Nos encantó conocer a Irra y Cris: muchas gracias por esas buenas vibraciones que transmitís, ese trato amable y cercano y por todo lo que estáis ofreciendo en este rinconcito del mundo.

Contamos con volver y recorrer los caminos de la ruta Montañas Vacías.

Paisajes de otro mundo

En bici entre Teruel y Cuenca

Salios de Teruel bajo la amenaza de lluvia. Sin embargo, decidimos seguir avanzando mientras se pudiera. Salimos de la ciudad sin encontrarnos apenas tráfico y pronto estábamos pedaleando entre extensas llanuras, al borde del aeropuerto de la ciudad. Una jornada tranquila nos llevó hasta las afueras de Albarracín. El solecito que nos había acompañado desde mediodía nos animó a quedarnos a hacer acampada libre (nosotros aún no lo sabíamos, pero esa iba a ser nuestra última acampada de este viaje en bici). Fue una noche muy tranquila, rodeados de naturaleza.

Paisajes de otoño

Por la mañana, llegamos hasta Albarracín. Pese a ser uno de los pueblos más bonitos de España (y belleza tiene no vamos a negarlo), a nosotros nos pareció que era un poco pueblo-decorado. Muy preparado para el visitante con bares, restaurantes y alojamientos pero sin ningún signo de vida diaria. Como si hubieran dejado el pueblo de exposición y sus habitantes se hubieran marchado a otro lugar. Allí, mientras desayunábamos, empezó a caer una lluvia que, con el frío ambiente, se parecía más a nieve. De nuevo la duda, ¿avanzamos o nos quedamos? Este ritmo de avanzar poco y tener que parar y buscar refugio se estaba convirtiendo en la tónica habitual esos días y ya estábamos un poco cansados…

Decidimos continuar cuando paró la lluvia. Fuimos avanzando flanqueados por el río Guadalaviar a un lado y por la pared de roca de Rodeno al otro. Árboles con hojas de mil colores hacían que el paisaje fuera precioso y nos sintiéramos en un auténtico otoño. Pasando el pueblo de Calomarde, y en plena subida del puerto de las Banderas (1.584m), la lluvia volvió a cogernos. Paramos a refugiarnos bajo una carrasca en mitad de la subida. Los minutos pasaban y la lluvia iba cogiendo más fuerza. El cielo pasó del azul al gris y del gris al blanco. Nada nos hacía pensar que la lluvia fuera a parar… Resignados a mojarnos, montamos en las bicis y pedaleamos lo más rápido posible hasta el siguiente pueblo: Frías de Albarracín. Nos quedamos en el hostal del pueblo. Uno de esos sitios sin ninguna gracia, ni buen trato y donde reina la dejadez, pero que nos hizo el servicio de darnos comida y ducha caliente y un techo bajo el que resguardarnos.

Puerto las Banderas

La siguiente etapa la recordamos como el día más frío de todo nuestro año de viaje en bici. Después de haber pasado por los Alpes en Austria y Eslovenia, y atravesado los Apeninos hasta en tres ocasiones en Italia, Teruel es el lugar donde más frío hemos pasado. Saliendo de Frías, pedaleamos por la zona donde se unen las Serranías de Teruel y Cuenca. Íbamos bien abrigados: mallas largas, camisetas térmicas, varias capas, guantes, etc. Pese a todo, los dedos de la mano se nos iban congelando y teníamos que parar cada poco a calentarnos las manos (frotarlas, soplar, ponerlas debajo de la axila). Probamos todo, pero el frío ya había calado y no había forma de que la mano entrar en calor. Juro que tenía tanto frío que quería llorar.

Refugio de montaña

Por suerte, sabíamos que había un refugio de montaña en la zona del nacimiento del río Tajo. Conseguimos llegar y hacer fuego, ¡menudo alivio! Un par de horas después, con el cuerpo más calentito, y alguna capa más encima, continuamos. Ya sin tanto frío en el cuerpo, pudimos disfrutar muchísimo del paisaje que nos rodeaba: bosques densos de pinos, montañas a uno y otro lado y formaciones rocosas singulares. Todo precioso y prácticamente solos durante todo el recorrido. Llegamos al pueblo de Uña y decidimos hacer un último alto para comer caliente y pasar la noche en nuestro último alojamiento: finalmente, y tras pensarlo y repensarlo mucho, habíamos decidido terminar nuestra ruta al día siguiente, llegando a la ciudad de Cuenca, donde los padres de Jolu vendrían a buscarnos con la furgoneta. Ya no le veíamos sentido a ir avanzando con estas gélidas temperaturas, con la previsión dando lluvias para toda la próxima semana. A 100km de Villamayor terminábamos esta última etapa de nuestro gran viaje en bici.

Serranía de Cuenca

La llegada a Cuenca fue espectacular. Veníamos bordeando el río Júcar por un bonito paseo fluvial. Al otro lado del río, vimos decenas de escaladores salpicar las altas paredes de roca. Se divisaba la ciudad y poco a poco nos íbamos acercando. Entramos por la zona alta, y pedaleamos hasta la catedral, en pleno centro. Último arreón para llegar hasta el puente San Pablo y observar las casas colgadas. Toda una experiencia llegar hasta esta bonita ciudad subidos en nuestras bicis.

Llegada a Cuecna

Cerrando el círculo

Y tras esta jornada, poníamos fin a nuestro gran viaje en bici. 13 meses atrás, un 14 de Octubre de 2021, había empezado esta aventura que nos ha llevado a vivir un año lleno de experiencias, de estar rodeados de naturaleza, de acampar bajo las estrellas, visitar distintos países y conocer más profundamente y a un ritmo pausado, el nuestro. Un año en el que hemos subido nuestras bicis en aviones, barcos y trenes que atraviesan las montañas. Hemos conocido viajeros que ahora son amigos y hemos experimentado en nuestras carnes la hospitalidad en mayúsculas gracias a la red de Warmshowers.

Un sueño cumplido, un año maravilloso, una experiencia que nos llevamos con nosotros para siempre.

Y aunque este viaje en particular ya ha terminado, el final de algo solo significa el comienzo de otra cosa. Vamos a seguir intentando mantener la actitud de este viaje para todas las áreas de nuestra vida: buscando aquello que nos hace felices y disfrutando de cada momento.

«Nada es más simple

No hay otra norma

Nada se pierde

Todo se transforma (…)»

(Jorge Drexler)

Catedral de Cuenca

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Translate »