Bosnia i Herzegovina, el último país de nuestro recorrido por los Balcanes
Cada país que elegimos atravesar, cada dirección que escogemos e incluso la elección de pasar por una carretera u otra son decisiones que hemos ido tomando sobre la marcha en este cicloviaje largo. Al llegar a Atenas hace varios meses, solo teníamos en mente que queríamos volver a casa pedaleando. Y eso es lo que hemos estado haciendo estos últimos meses. ¿Por qué hemos elegido recorrer unos paises y no otros? Pues una mezcla de recomendaciones, intuiciones y logística.
Nuestro viaje habría sido totalmente distinto si en vez de pasar de Grecia a Albania, luego a Kosovo y de ahí a Montenegro y Bosnia, lo hubiéramos hecho subiendo por Macedonia y recorriendo otros países como por ejemplo Bulgaria, Serbia y Rumanía. Las experiencias hubieran cambiado.
Incluso dentro del mismo país, escoger una ruta u otra nos hubiera llevado a vivir situaciones distintas, provocando que nuestras impresiones y sensaciones sobre el lugar pudieran haber sido otras.

A veces me imagino que este viaje es como uno de esos libros de «Elige tu propia aventura». ¿Qué hubiera pasado si en vez de Bosnia hubiéramos entrado a Serbia desde Montenegro? Sintiéndolo mucho, nunca podremos saberlo. Cada decisión que tomamos trae sus consecuencias y es imposible saber qué hubiera pasado en otro escenario. Así que intentamos vivir y disfrutar de cada decisión con la creencia de que, en ese momento y en nuestras circunstancias, fue la mejor.
Nuestra historia en Bosnia, como en los libros, podría haber seguido muchos rumbos, pero la realidad que vivimos y de la que podemos hablar, es esta:
Ruta de 15 días en Bosnia i Herzegovina
Entramos al país desde las montañas de Montenegro, cruzando las confluencias de los rios Tara y Drina. Veníamos de maravillarnos con la naturaleza del país vecino y parecía que Bosnia nos recibía siguiendo la misma tónica. Al menos en cuanto a paisaje, porque no era así con la carretera, cuyo asfalto al cruzar la frontera, empezó a brillar por su ausencia. Nos sorprendió el mal estado de la carretera siendo un lugar de cruce entre países con bastante movimiento (aunque a estas alturas de la película, el estado de las carreteras y el nivel kamikaze de los conductores no deberían ser ninguna sorpresa…).
Bajo el caluroso sol de Julio, llegamos al pueblo de Foça. Hambrientos y con la idea de conseguir dinero Bosnio (tanto en Montenegro como en Kosovo funcionan con Euros y aquí volvíamos a tener que cambiar de moneda) y una tarjeta SIM. Los recados nos llevaron más tiempo del esperado, y ya se hacía tarde para buscar un sitio de acamapda, así que decidimos pasar la noche en un camping a las afueras de la ciudad. Situado frente al río, con unas vistas preciosas y unas instalaciones muy nuevas, cuidadas y limpias, valió la pena pagar esa noche por la acampada. Aprovechamos para hacer una «cena de picoteos» y brindar con tinto por la entrada en un nuevo país y las aventuras que continuaban.

Nuestra idea una semana antes era haber ido a la capital, Sarajevo, y pasar 2-3 días allí conociendo un poco sobre la ciudad y su historia. Pero, después del parón por el pie de Jolu, y por no forzar demasiado a caminar, decidimos no entrar a la ciudad y continuar unos cuantos días de pedaleo por la zona sur del país. Otra de esas decisiones que marcan el rumbo de un viaje, ya que la zona de las montañas al sur de Bosnia ha sido de las más espectaculares, exigentes y tranquilas que hemos hecho. Durante varios días estuvimos recorriendo la zona sin prisa. Atravesando zonas rurales salpicadas de pequeños pueblos y casas. Un oasis de tranquilidad. Disfrutamos un montón de la acampada libre y del fresquito de la montaña cuando nos llegaban mensajes de la ola de calor que arrasaba en otros lugares. Sudadera y saco de plumas. Paisajes llenos de belleza y serenidad.
Continuamos rumbo a Jablanika, pedaleando a orillas del río Neretva. Claramente, el agua no es un problema en estas zonas. Abunda de forma natural. Al igual que las montañas de troncos apilados y bien ordenados en los porches y cobertizos de las casas (intuimos inviernos largos y gélidos) y los grandes montones de paja que aparecen dispersos a lo largo y ancho de los campos de cultivo.

Tras tres días de pedaleo en la montaña, vimos nuestra primera señal de: PELIGRO MINAS. Una imagen impactante y que, sinceramente, acojona. Teniendo en cuenta, además, que solemos adentrarnos en bosques o zonas de vegetación, fuera de los caminos para encontrar sitios escondidos donde dormir. Leímos que, a día de hoy, solo queda sobre un 2% de las minas que se pusieron a lo largo y ancho del país durante los años de guerra. Aún en la actualidad se siguen desactivando artefactos. Una auténtica locura. Las huellas de la guerra, tanto las emocionales que la gente de esta región lleva por dentro, como las físicas como pueden ser las mina anti-persona, no desaparecen una vez se da por terminada una guerra. Permanecen en el tiempo, como un recordatorio constante de los horrores vividos. No podemos ni imaginar lo que debieron ser esos años de guerra y los posteriores en los que salir de casa y encontrar por casualidad una mina que pudiera explotarte a ti o a un ser querido podía ser una cotidianidad. El ser humano mostrando su peor versión.

Volviendo a la ruta, seguimos avanzando por Bosnia. Rumbo noroeste, fuimos ascendiendo por el país en paralelo a la frontera croata. Las zonas más montañosas del sur fueron dando paso a vastas llanuras, donde el ritmo del pedaleo fue mucho más rápido. Pensamos que al salir de las montañas y adentrarnos en una zona de planicie, el paisaje no sería tan bonito, pero lo cierto es que no fue así y diusfrutamos mucho recorriendo esta zona del país. Seguimos pudiendo hacer acampada libre sin ningún problema y nos sorprendió muchísimo ver las carreteras tan vacías, prácticamente para nosotros solos. Claramente, el verano es una buenísima época para venir a las zonas interiores de los países de los Balcanes. En muchos pueblos nos daba la sensación como si hubieran «abducido» a la gente. Calles y calles completamente vacías. Imaginamos que estarían todos disfrutando de la playa en algún otro país…

Nuestro últimos días en Bosnia los pasamos recorriendo el Parque Nacional de Una. donde el río que da nombre al parque discurre en todo su esplendor a través de numerosos e impresionantes saltos de agua. Mucho más conocido es el vecino parque de los Lagos de Plitvice, en Croacia. Diríamos que están mucho más masificados (teniendo en cuenta la poca gente que vimos mientras visitábamos el parque Bosnio) y con una entrada mucho más cara (casi llegando a los 40€ en temporada alta, mientras que ninguna de las diferentes entradas al parque de Una supera los 3,5€/persona).
Cogimos un par de noches de alojamiento en el pueblo de Kulen Valuf y aprovechamos para recorrer el parque sin el peso de las alforjas, darnos algún baño en el río y salir a cenar en el tranquilo pueblo donde nos alojábamos (otra vez nos sorprendió el hecho de que hubiera tan poca gente en el pueblo de entrada al Parque Nacional).
Tras nuestro días de relax, pusimos rumbo a la frontera con Croacia. Nos sorprendió que existen muchas «fronteras locales» en esa zona que solo los residentes pueden cruzar. Para el resto de personas, el cambio de país debe hacerse a través de algunas fronteras específicas. Cuando llegamos a la «frontera oficial», la cola tenía para horas. Coches y más coches parados, esperando para pasar en ambos sentidos. Ventajas de viajar en bici, fuimos sorteando los vehículos a motor hasta acceder directamente al control. Con apenas un vistazo al pasaporte, nos dejaron pasar. Avanzamos unos pocos kilómetros y encontramos un buen sitio apartado de la carrtera principal por unos cuantos árboles y decidimos parar.

En esta ocasión, consideramos Croacia un poco «de paso», ya que tenemos una fecha tope para llegar a Viena. La idea es trazar una ruta de 10 días que nos lleve a través de Croacia, Eslovenia y Austria, por la zona del este, intentando pasar por lugares que nos sean interesantes pero que no se desvíen mucho de nuestro objetivo, unos cuantos kilómetros al sur de Viena.
Aquí se cierra nuestro paso por Bosnia y también nuestro recorrido de 3 meses por Grecia y los Balcanes. Muchas historias vividas, muchas anécdotas para rememorar y contar y reflexiones que interiorizar y desarrollar sobre nuestro paso por el sudeste europeo.