¿Por dónde nos habíamos quedado…? ¡Ah sí! En nuestra ruta en bici por Italia, después de:
- Llegar a Venecia
- En busca de Florencia
continuábamos con nuestro recorrido.
3. El regreso a Urbino
Después de Florencia, y aunque el camino más directo hubiera sido continuar hacia Roma, dimos media vuelta y pusimos rumbo a Urbino, en la costa este de Italia. Vuelta a cruzar los Apeninos.

Inciso aquí para hablar desde lo profundo acerca de lo personal, las emociones, la familia, el estar presente, la vida,… y la muerte. Y es que, pese a saber que la muerte es parte de la vida, y que no puede existir la una sin la otra, formando un único todo, nos cuesta muchas veces integrarla y normalizarla. El tema siempre ha sido muy tabú (al menos en la sociedad en la que nos hemos criado) y la educación y la preparación para afrontarla, casi inexistente.
Y así, un 14 de octubre, nos llegó la noticia de que mi abuelo se había ido de este mundo. Tranquilo, sin dolor, se marchó. En ese momento me inundó el peso de estar lejos, el sentimiento de querer estar cerca de mi familia, acompañando a mi madre y dándole todo mi cariño. La muerte de mi abuelo fue un hecho más o menos esperado. Ley de vida. Después de 97 años, el cuerpo y la mente ya no acompañaban su alma. Sin duda, para mí ha sido el momento más duro de todo este año de viaje en bici. Una especie de déjà vu de aquel 14 de abril de 2018, cuando la muerte de mi padre golpeó nuestras vidas y puso fin a nuestro viaje por Sudamérica. Un momento durísimo, no comparable a la muerte de mi abuelo, cuyo paso por este mundo ya hacía un tiempo que sabíamos tocaba a su fin.
Tras barajar opciones sobre si volver a España o continuar en Italia, teniendo en cuenta la logística y las circunstancias, decidimos continuar nuestro viaje y mandar, desde la distancia, todo nuestro apoyo y cariño a la familia. Aún así, fueron momentos de pasarlo mal, de darle muchas vueltas a la cabeza, de sentirme triste… Aunque debo agradecer infinitamente a mi familia que en ningún momento me hizo sentir culpable por no estar allí en el proceso de entierro, velatorio, visitas y condolencias. No puedo estar más contenta y agradecida por la maravillosa familia que tengo.

Y sí, los sentimientos que tenía en aquel momento empañaron un poco los siguientes días de pedaleo y los recuerdos que de esos días tengo ahora. Pero no siempre nos sentimos igual y en ese momento me tocaba aceptar la tristeza que a ratos me invadía y que no me permitía disfrutar tanto del momento. Con todo, estoy contenta con las herramientas que tengo y que he ido trabajando para afrontar las cosas que suceden en la vida (sobre todo aquellas sobre las que no se tiene control): la aceptación (que gracias al yoga llevo como un mantra), la animosidad (que creo nos ha inculcado mi madre con su ejemplo) y la positividad (una cualidad que siento muy propia y la manera en que intento vivir la vida).
Lo bueno también de viajar en bici es la cantidad de tiempo que pasas contigo misma, dando opción a que el diálogo interior fluya. El ritmo pausado de la bici te permite reflexionar, observar tus emociones, pasar por diferentes estados de ánimo… y todo ello en unos cuantos kilómetros
Y mientras todo esto pasaba por dentro, por fuera seguíamos avanzando por Italia. Fuimos adentrándonos de nuevo en las montañas, dejando atrás Florencia y la ciudad para ir recorriendo pequeños pueblos y rodearnos de verde. En cuatro jornadas llegamos a Urbino. Atravesamos bonitos paisajes y carreteras llenas de curvas que ascendían bajo un sol radiante. En nuestra última etapa, divisamos Urbino desde lejos. Conforme nos acercábamos, Jolu no paraba de señalar la ciudad cada vez que la divisábamos entre los árboles y me iba contando anécdotas de los meses que había pasado allí… Se notaba que estaba emocionado e ilusionado de volver. Los recuerdos tienen ese poder: anclar en nuestra mente lugares y momentos, haciéndolos inolvidables.

Ese día comimos de hornillo en una colina justo en frente del Palacio Ducal, contemplando el pueblo a nuestros pies. La ciudad, hay que decirlo, es preciosa. Nosotros dormimos en las afueras, en una antigua villa restaurada. Un lugar muy bonito con unas vistas espectaculares. Durante dos días nos dedicamos a recorrer Urbino de día y de noche. Pasando por los lugares que para Jolu significaban recuerdos. Incluso fuimos a la residencia donde vivió hace 14 años. Comimos pizza en los luagres de su Eramus y siempre había alguna anécdota a cada vuelta de la esquina: una visita en el presente con un montón de buenos recuerdos del pasado. Y con la ilusión de haber llegado ¡en bici!
Nos fuimos de Urbino. Por delante teníamos toda una semana para llegar a Roma con calma. Habíamos quedado allí con el hermano de Jolu para pasar unos días recorriendo la ciudad, antes de coger un ferry a Barcelona. Así, de costa a costa, volvimos a atravesar los Apeninos una tercera vez. Sí, nos gusta más subir y bajar que recorrer una planicie.
Los días siguientes tuvimos la suerte de alojarnos en casa de dos Warmshowers. Dos claros ejemplos de hospitalidad, de dar desinteresadamente y de historias interesantes que se conocen formando parte de una red como esta:
- Pina y Marco. La pareja que nos ofreció quedarnos en casa de la abuela de él. Sin conocernos, nos dieron las llaves de la casa, nos explicaron cómo funcionaba todo y ciao. La casa para nosotros solos (íbamos a haber cenado con ellos pero ella había sido contacto de Covid y no quería exponernos).
- Tsuf y su familia. En medio de las montañas, en el parque del Monte Subasio, vivía esta increíble familia de origen israelí. Habían decidido mudarse a esta región de Italia, montar una granja y educar a sus hijos en casa, inculcándole unos valores (autosuficiencia, sostenibilidad, minimalismo) y conocimientos prácticos (apicultura, huerta, ganadería,…) que creemos que son una maravilla. Para los escépticos acerca de los hijos no escolarizados (que ya tenían unos 20 años), los chicos dominaban varios idiomas, tenían conocimientos de informática y ningún problema para relacionarse.

4. Todos los caminos llevan a Roma
Tras estos encuentros y después de atravesar varios pueblos muy muy bonitos: Gubbio, Asís o Arrone, llegábamos a las afueras de Roma. Última noche antes de llegar a la capital y de volver a España, después de varios meses de pedaleo desde Grecia.
Con los nervios puestos en la llegada, y sobre todo con el hecho de entrar en bici a una gran urbe (menos mal que entrando desde el Este, hay varios kilómetros de carril bici que te llevan hasta el mismísimo centro de la ciudad), nos dirigimos a Roma el 24 de octubre. Una ciudad que ninguno de los dos conocía y que nos dió una cal y otra de arena (ya contaremos en otro post más detalladamente nuestra visión sobre Roma y otras ciudades en Italia).
Con esta etapa finalizaba una experiencia increíble de pedaleo «fuera de casa»: de comunicarnos en otros idiomas, e incluso con otras grafías, de cruzar fornteras, de conocer otras costumbres, ver otros paisajes y cruzarnos en el camino con un montón de buena gente.
¡No te pierdas nuestra llegada a España, y todo lo que vino después hasta llegar a Cuenca!
