Desde que salimos de Villamayor de Santiago, han pasado 17 días. Han sido unos días de adaptación, tanto en nuestras costumbres y rutinas, como en nuestros cuerpos. Acostumbrarnos al movimiento continuo, a hacer y deshacer cada día nuestra «casa», a lidiar con los dolores y molestias que aparecen de tantas horas subidos a un sillín… 17 días tan intensos que podrían parecer 17 semanas. Y es que nos parece que llevamos mucho tiempo viajando, tanto que las conversaciones entre nosotros podrían ser algo así:
– ¡Uy! no se para qué hemos traido el saco gordo, con el calor que está haciendo…
o bien
–Claramente me sobran cuatro camisetas y un pantalón, no se para qué llevamos tanto….
Como si lleváramos tanto tiempo viajando como para darnos cuenta de si cargamos excesivo equipaje. Todavía quedan muchas semanas por delante (o ese al menos es el plan), y el tiempo, hasta ahora especialmente bueno, está empezando a cambiar: empiezan a caer las primeras gotas, comienza a refrescar, acabamos de cambiar la hora y el día tiene menos horas de sol,…
Lo que sí hemos podido comprobar en estos días, es que nuestros bioritmos han cambiado: cenamos temprano, muchos días antes de las 21:00h, y nos acostamos en consecuencia también temprano. Casi siempre antes de las 23:00. Alargamos las horas de sueño, y salimos de la tienda cuando el sol (o al menos la claridad), empieza a hacer acto de presencia. Cosa que hasta ahora venía siendo a partir de las 8:00. Funcionamos con el sol. Y, sinceramente, no me está importando que la hora de dormir sean las 23:00. De hecho, esa hora es solo un número, que fuera de los horarios y rutinas habituales, ha dejado de tener el sentido que tenía cuando estábamos en casa.

Repartimos el tiempo de descanso y de las comidas en función de lo que avanzamos con nuestras bicis y el cansancio de nuestro cuerpo. Gestionando las horas de luz para que el pedaleo nos cunda, pero parando si lo necesitamos. Cada día nos marcamos un objetivo, que por supuesto no siempre ha de cumplirse…
Viajamos improvisando y cambiando de planes constantemente. De momento nos funciona. De lo que planeamos antes de salir de casa a lo que finalmente han sido estos primeros 860 km recorridos a pedales, ha habido cambio. Ha dependido de las circunstancias que se han ido dando durante la ruta, y el resultado ha sido este:
Primeros días de un viaje en bici
1. Saliendo de la Mancha
Desde Villamayor de Santiago, nos estrenamos con 100km en nuestra primera etapa para llegar al castillo de Peñarroya. Primera meta en nuestro recorrido, teníamos claro que queríamos dormir en la única área de acampada autorizada que conocíamos. Para ser el primer día, queríamos ir sobre seguro.
En nuestra segunda etapa, atravesamos las increíbles lagunas de Ruidera. Primera aventura atravesando un camino que no conocíamos, pero que parecía transitable en bici. Real hasta cierto punto. Solo tuvimos que empujar la bici durante unos cientos de metros. Not bad. Mereció la pena por lo bonito del recorrido y por llegar a pasar la noche en casa de Cheo, un amigo de Jolu, que nos recibió con una hospitalidad increíble en Santa Cruz de los Cáñamos.

2. Jaén, el reino de los olivos
Entramos en Andalucía por la provincia de Jaén. Hasta donde la vista alcanza, incluyendo la ladera de los montes, la mirada encuentra este árbol. Hasta que tus ojos encuentran la Sierra de Cazorla. Impresionante lugar, donde la naturaleza es la principal protagonista.
Estuvimos dos días y dos noches para atravesar esta sierra. Visitamos el nacimiento del Guadalquivir, pedaleamos caminos de tierra, vimos increíbles parajes, una de las mejores puestas de sol de nuestra vida y dormimos por primera vez en un refugio de montaña.

De ahí, pusimos rumbo a la ciudad Jaén para coger el inicio de la Vía Verde del Aceite. Primer contacto de entrada a una ciudad en este viaje, con sus dificultades de acceso, tráfico, carretera nacional. Apretar el culo y pedalear.
Valió la pena. Los dos días siguientes recorrimos los 120km de la vía verde. Sin tráfico a motor, atravesando pueblos, cruzando puentes,… disfrutando de la tranquilidad.
Ya en la provincia de Córdoba, buscamos el mejor trazado para llegar a Cádiz. Nuestro primero objetivo de este viaje se nos aparecía muy cercano. En otras pocas jornadas, habríamos llegado.
3. Rumbo al mar
Seguimos pedaleando, disfrutando del camino, sufriendo con las subidas, descansando en las bajadas. Hace poco escuchamos en un podcast una frase que atribuyen a los cicloviajeros «Más duro es el camino, más dulce es el destino«. Y es verdad que hay momentos duros, pero las sensaciones de viajar en bici bien valen la pena el esfuerzo.
En nuestro camino al mar, aún encontramos, totalmente por sorpresa, otra vía verde, escondida entre montañas. Un lugar especial, la Vía verde de la Sierra. Al final del camino, un hotel que todavía no había sido inaugurado, pero que nos cedió una habitación dónde pudimos disfrutar de una ducha a presión y un merecido descanso.
Fue ahí cuando, a través del grupo de Ciclismo sin prisa, contactamos con Fran. Gracias a él y a su hospitalidad dirigimos nuestra siguiente jornada hacia Puerto Real. Algo más de 90km de etapa. Valió la pena, ya que pudimos conocer y charlar con otro amante de los viajes, la montaña, y la vida. Esos encuentros hacen el viaje todavía más interesante.
Y ya por último, la guinda del pastel, la joya de la corona, la tacita de plata: CÁDIZ. Con sus callejuelas, rodeada de mar, su luz amarilla del atardecer, su aire relajado y sin prisa, su tapeo, su pescaíto,… todo eso , y más, es Cádiz.

Teníamos muchas ganas de llegar. Y aquí, estamos, 4 días después, en nuestra última noche en la ciudad.
13 etapas de pedaleo, 4 días de relax en Cádiz, y mucho vivido en estos 17 días. 860km, ¡y los que nos quedan!
Mañana seguimos, rumbo al este, con la idea de bordear la costa. De seguir pedaleando y disfrutando del movimiento y del momento. ¡Buenas rutas!
Me ha encantado la descripción del recorrido y de las sensaciones. Muchas gracias a vosotros, por pasar por mi casa. Me dejó buen sabor de boca haber compartido mi vivienda con dos grandes seres humanos como vosotros. Sólo espero que lo pasaseis bien en Puerto Real.
Estos días he estado de caminatas por la zona de Tarifa y Bolonia… y me acordé de vosotros.
Buen viaje, pareja. No paréis nunca.