Lo que aprendí en la Cordillera Blanca

Tuvimos un breve paso por Lima. Apenas 24 horas de descanso entre dos largos viajes en autobús. El primero de 22 horas entre Cusco y Lima, y el segundo entre ésta y Huaraz, de «sólo» 13 horas. Atrás dejamos la zona sur de Perú, y todos los paisajes que nos eran conocidos de nuestras vacaciones de 2015 por el país. Por delante nos esperaba el nuevo reto de sorprendernos con todo lo que la parte norte tuviera para mostrarnos. Y la primera parada en esta zona fue Huaraz. Una pequeña ciudad que, al menos para nosotros, no tuvo mayor encanto. Sin embargo, es la principal puerta de entrada y el punto de partida perfecto para conocer la Cordillera Blanca. Esta cordillera forma parte de los Andes y posee glaciares, nieves perpetuas y picos de más de 6.000m (incluyendo el Huascarán, el punto más alto del país, con 6.768m). Ni cortos ni perezosos, el día que llegamos lo preparamos todo para salir el día siguiente a la montaña. Planeamos una ruta de 5D/4N que incluía el circuito de Santa Cruz y la Laguna 69. Otra vez volvimos a alquilar material de acampada, ya que no hay refugios en la ruta, sólo zonas de camping, y preparamos las mochilas con todo lo necesario para la ruta.  También llevábamos ropa de abrigo, ya que íbamos a estar en altura y, además, en esta zona de Perú seguía siendo temporada de lluvias.

Trekking de Santa Cruz

El relato hasta aquí podría ser cómo la historia de otros trekkings que hemos hecho. Descripción del paisaje, lo que vimos, lo que hicimos… Pero la historia de Huaraz y la ruta de Santa Cruz no va de eso… Y eso es porque, creo que por primera vez en mi vida, no he sido capaz de disfrutar el 100% de un trekking.

El tercer día de caminata teníamos que realizar la subida al punto más alto de la ruta. Se trataba de Punta Unión, un paso a 4.750 mnsm. El pico estaba nevado y el terreno cubierto de hielo. La ascensión tenía que ser con precaución y el avance era lento. El cielo se cubría de nubes cada vez más y poco podíamos ver. Era muy difícil apreciar el paisaje. Tras pasar la cumbre, comenzaba el descenso.

Punta Unión

A los pocos minutos comenzó una llovizna. Con los chubasqueros puestos, no había más problema pero, enseguida, las cuatro gotas se convirtieron en un chaparrón como un piano. Y así, lentamente para evitar caídas, iniciamos el descenso. A partir de ese momento no paró de llover ni un instante en las siguientes horas. Estábamos en medio de una ladera y no había sitio donde cobijarse. Además, tampoco se puede perder un día entero de caminata por la lluvia, ya que no sabes si en algún momento va a parar y la comida suele ir bastante ajustada al número de días programado para la ruta. Esa lluvia nos hizo difícil no sólo avanzar, si no también tener un buen ánimo y una actitud positiva.

En mi caso, cada vez tengo más claro que el clima me afecta en el carácter. Muchos días de lluvia o mal tiempo me hacen sentir apagada… La lluvia y el frío iban calando las zapatillas, los calcetines, la chaqueta, el pantalón, las manos… y así, poco a poco, hasta sentir como si te hubieras metido en una piscina helada. Realmente creo que nunca había estado de ruta en tan malas condiciones. Y a esto se le sumaba el hecho de que no íbamos a llegar a ningún lugar seco y caliente. Nuestra ropa en la mochila también se estaba mojando ¿aguantarían los sacos?

Con el paso de las horas, ya decidimos que esa sería la última noche. Cuando al día siguiente saliéramos del Parque, en lugar de caminar a la Laguna 69 para pasar la última noche, volveríamos a Huaraz. Para mí, la perspectiva de toda una noche con la ropa mojada, el frío y la lluvia no era nada alentadora. Admito que estuve con el ánimo bastante decaído… Ahora, echando la vista atrás, veo que finalmente no pasó nada y que conseguimos terminar la ruta bastante bien: al llegar al último camping paró de llover y pudimos extender las cosas para que se secaran un poco, cenamos tranquilos fuera de la carpa, separamos la ropa seca de la mojada y los sacos estaban bien. ¡Pero qué fáciles son las cosas a toro pasado!

Al final despeja en el camping

Así que de esta historia tengo que extraer una enseñanza. Saber que en la ruta, en los viajes y en la vida en general, hay momentos malos y experiencias difíciles. Factores que escapan a nuestro control y contra los que no podemos luchar. Así que, a veces, hay que aceptar las cosas como vienen, y lo mejor que podemos hacer es habernos preparado lo mejor posible y tomar una actitud positiva ante las adversidades. 

¿De qué me sirvió «enfurruñarme» y estar de bajón? De nada. ¿Podría haberme preparado mejor para la ruta sabiendo que era época de lluvias? Pues también.

Conclusión: las experiencias en la vida dependen y cambian mucho según la actitud con la que las afrontamos. Mentalidad positiva.

Datos prácticos: Así como el factor psicológico es muy importante, ir bien preparado a un trekking también lo es. ¿Qué dos cosas considero ahora imprescindibles después de esta experiencia?

  1. Lo primero y más importante, llevar unas buenas zapatillas para la lluvia. Las mías son Goretex, pero están rotas. ERROR. Mantener los pies secos es vital para no congelarte.
  2. Meter en bolsas herméticas o de plástico la ropa que lleves a la mochila. Aunque lleves un chubasquero para la mochila, después de muchas horas bajo la lluvia, puede calar. Tener ropa seca para cambiarte después de un día pasado por agua es lo que más se puede agradecer.

2 comentarios en «Lo que aprendí en la Cordillera Blanca»

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