Para todo hay una primera vez

Tres horas y media más de vuelo y nos plantamos en la zona más austral del continente. Nuestro primer destino claro era Puerto Natales, el pueblo de entrada a las Torres del Paine, la zona de trekking por excelencia en Chile. Llegamos al pequeño pueblo después de otras tres horas de bus (está claro que aquí las distancias se miden de otra forma…). El frío y el viento nos dejan claro que no hay que andarse con tonterías, ¡estamos en la Patagonia! Ya en el hostal empezamos a indagar sobre el cricuito W de Torres del Paine (un recorrido de 4 o 5 días por las principales vistas del parque).

Primer dilema: desde el año pasado es obligatorio contar con reservas en las zonas de acampada. Teniendo en cuenta la poca capacidad de algunos campings y los desorbitados precios de otros, las opciones eran bien pocas. En el hostal nos aseguraron que sin reserva podríamos «apañar» algo directamente en el parque, pero con esta incertidumbre y el mal tiempo que había, empezamos a tener dudas y a no saber qué hacer. Es lo que tiene no viajar con los planes hechos, que cada días se nos presentan dudas diferentes y nuevas decisiones que tomar. Hablando con otros viajeros, nos enteramos que hay otra zona de trekking en Argentina, El Chaltén, donde las zonas de acampada son sin reserva y la entrada al parque gratuita. ¿Ah sí? ¡Decido! Viajaremos al Chaltén y ya volveremos en busca del buen tiempo.

Segundo dilema: ¿Cómo llegamos hasta allí?
Después de haber escuchado a muchos viajeros lo fácil que era hacer autostop, nos lanzamos a hacer dedo. Vicky nunca había hecho dedo y yo alguna vez para ir desde Villamayor a la fiestas de algún pueblo cercano, por lo que no se puede decir que fuéramos unos expertos. Esta era nuestra primera vez, pero estábamos dispuestos a intentarlo al menos

Esperando en la ruta

Por la mañana temprano, con todo listo, caminamos hacia la salida de Puerto Natales. Una vez allí empezamos a sacar dedo. Pasaban bastantes vehículos aunque la mayoría hacían gestos como si fueran a destinos muy cercanos, o eso quisimos creer. Otros ni nos miraban. Al poco tiempo, llegó otra mochilera que se posicionó unos metros más alejada de nosotros. Los autoestopistas tienen preferencia de llegada, una norma no escrita pero que todos respetan. A los 20 min. de estar ahí, paró un coche que iba a Torres del Paine, pero que nos podía dejar en Cerro Castillo, el paso fronterizo con Argentina que debíamos cruzar. Dijimos que sí y nos aventuramos con John. Estábamos expectantes por ser la primera vez, pero todo fue muy natural. Conversamos sobre nuestro viaje, su trabajo, los nuestros, sus proyectos futuros…en definitiva nuestras vidas, ¡como si lo conociéramos!

Llegados a Cerro Castillo nos apeamos del vehículo, era nuestro primer paso fronterizo por tierra. Solo había que registrar la salida de Chile y 8 km más adelante, la entrada en Argentina. ¡Todo parecía muy sencillo! Realizamos el primer paso y comenzamos a buscar coche que cruzara la frontera para ir con ellos, pero no hubo suerte. Para cruzar la frontera en coche hay que registrar la salida del país con el vehículo, cosa que no hicimos, por tanto nadie nos quería llevar porque se supone que es ilegal. Habiendo pasado una hora, y sin conseguir que nadie nos cruzara, le dije a Vicky: «Vamos andando, si total, es como ir a Magaceda, no está tan lejos». Fue una caminata larga y solitaria, pero por fín, después de una hora y media caminando contra el viento, llegamos al paso fronterizo de Argentina, que todo hay que decirlo, estaba en medio de la nada.

Llegamos a Argentina a pie

Nos toca registrar la entrada en el país y buscar transporte hasta El Chaltén. Todos los vehículos eran de tours privados y ninguno quería llevarnos. El tiempo pasaba y no conseguíamos salir, aunque los de la aduana decían que alguien nos llevaría, la cosa cada vez la veíamos más negra. La prioridad ya no era ir a El Chaltén, era salir de la frontera.
Por fín un coche particular. Era una pareja y Vicky se lanzó a preguntar como si fuera su última presa disponible. Ella dijo: «Lo tengo que consultar con mi esposo». No hubo mucho tiempo de espera hasta que recibimos la respuesta, aunque a nosotros se nos hizo eterno. Solo nos podían acercar hasta Esperanza, un pueblecito dentro de nuestra ruta, porque no tenían mucho combustible y además querían viajar solos. Sin pensarlo, dijimos ¡SÍ!. Era nuestra oportunidad de salir de allí. Comenzamos el viaje muy callados, no queríamos molestar después de decirnos que preferían ir solos. La chica comenzó a charlar con nosotros, aunque todo parecía un poco formal. Al rato, nos dijeron que finalmente nos podían llevar hasta El Calafate. Vicky y yo nos miramos, y dijimos que sí. ¡Perfecto! Es como si ambos hubiéramos pensado lo mismo, que ya era un logro para ser nuestra primera vez a dedo. Poco a poco la conversación con la pareja se fue naturalizando, y al final hasta fuimos un poco «coleguis» ;D.  Pasados muchos kilómetros de rectas interminables, al fín El Calafate. Nos despedimos de ellos en una calle cualquiera.

Acabábamos de vivir nuestra primera experiencia de autostop, muy gratificante y completa, y que a partir de ahora se convertirá en una opción más en nuestro viaje.

9 comentarios en «Para todo hay una primera vez»

  1. Xiquets, qué alegría que estéis tan bien! Y qué gustazo leeros! No dejéis de escribir, que así parece que estamos más cerquita! Seguid disfrutando, os echo de menos! Un beso!

    Responder
  2. Que apañaos !!! Y menuda incertidumbre mas incomoda jeje da gusto ver como solucionais cada pequeño bache en vuedtro camino. Espero que lo esteis disfrutando. Es os quiere mucho!!! Rafa/Maria y Lucas

    Responder
    • En esas estamos Marieta, aprendiendo a manejar la incertidumbre! Aunque te digo que por el momento nos está pareciendo más fácil de lo que nos hacen creer 😉 Estamos disfrutando como enanos! Un beso enorme familia!

      Responder

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Translate »