Por las calles de Valencia

Hay lugares que nos gustan después de haberlos conocido en un viaje o unas vacaciones. Hay ciudades interesantes, con buena gastronomía o ciudades donde visitar a amigos o celebrar unas fiestas. Pero son las ciudades donde hemos vivido las que recordamos con un cariño especial. Sensaciones que hemos tenido en Castellón, Villamayor o Madrid, las he tenido yo también en Valencia. La ciudad en la que viví mi época universitaria, mi primera vez fuera de casa. Es un lugar especial, al que es verdad que no he vuelto todo lo que me hubiera gustado, ¡aunque pronto espero poner remedio a esto! ;D

Si me lo pidieran, compararía Valencia con una moneda o una cinta de casete: tiene dos caras.

La Valencia que se conoce por su fiesta y su postureo. La del «nano» y «tete», las discotecas de moda, la pachanga y el reggaeton. Ciudad de fiesta nocturna, parkineo y macro-discotecas.

La cara B es una Valencia de calles y callejuelas. De arte urbano en sus paredes y pequeños bares y cafeterías en estrechas callecitas y plazas escondidas. De terrazas y rincones con encanto. Una Valencia más alternativa.

 

Dos caras de la misma moneda, donde la segunda puede que haya sido durante mucho tiempo la más desconocida. Pero, para mí al menos, es también la más interesante y sorprendente.

Valencia es otra de esas ciudades de costa con encanto, que «tiene un algo». Tiene un tamaño perfecto para recorrerla a pie, y lugares interesantes de sobra para pasarte varios días conociéndola. Hace poco, volvimos a Valencia después de bastante tiempo sin pasar por allí. Fuimos a pasar el día, y pese a que podíamos haber visto muchísimas cosas y ponernos el turbo para ver la ciudad, nuestro chip, tras nuestro paso por Sudamérica está ahora en otra velocidad. Viajamos a otro ritmo. Y eso es algo que hemos hecho a miles de kilómetros de distancia, y que seguimos aplicando ahora en nuestra vuelta a España. Ahora mismo preferimos irnos de un sitio sin haberlo visto todo, que pasar corriendo por todos los puntos interesantes sin haber profundizado ni siquiera un poco. Y sí, puede que nos perdamos cosas importantes o destacadas de una ciudad pero, por el contrario, vivimos y experimentamos otras situaciones que no podrían surgir de otra manera.

Nos fuimos a Valencia, con el chip viajero puesto. Moviéndonos despacio y con los sentidos abiertos. Intentando verlo todo otra vez con nuevos ojos, como si de la primera vez se tratara… Se dice que «la belleza está en los ojos del que mira», yo adaptaría esa frase al viaje diciendo que «las sensaciones y emociones están en la actitud del que mira». Y nosotros, ciertamente, hemos vuelto de nuestros 5 meses de viaje con otra actitud. Tanto hacia la forma de viajar como a la forma de ver la vida. Así, con este espíritu y este ánimo, decidimos recorrer el centro de Valencia, la Ciutat Vella.

Empezamos por el río, ahora ya seco y reconvertido en parque para la ciudadanía, lleno de árboles y vida. Con pistas deportivas, lugares de juego para niños y gente yendo de picnic o a tomar el sol los fines de semana. Un río que abraza el centro de la ciudad, y que puede ser el lugar de inicio perfecto para una ruta por el centro de Valencia. Enfilando el puente de Serranos, nos plantamos ante las Torres con el mismo nombre. Una gran construcción que nos transporta, una vez cruzados sus arcos, al mismo corazón de la ciudad. Una vez dentro, hay mil y una opciones para perderte entre sus callejones. Mil y un caminos que tomar, disfrutando de los edificios, los balcones, las pequeñas terrazas…

Torres de Serranos

Como se podría decir aquí en Valencia, todos los caminos llevan a la Bolsería, el centro neurológico de esta parte de la ciudad. Una vez allí, en un paso puedes moverte fácilmente hasta el Mercado Central y la Lonja de la Seda. Dos edificios impresionantes que vale la pena visitar, por dentro y por fuera. Callejeando, nos encontramos ante las Torres de Quart. Sin cansarnos de andar, y recorrer sin sentido las calles del casco antiguo, volvimos a encontrarnos frente a las Torres de Serranos. Una vez allí, nos acercamos a comer a la Tastaolletes, un rico restaurante vegetariano con opciones veganas que nos habían recomendado. (Según Joselu, este nombre sería la versión valenciana del «catacaldos», palabro que yo oía por primera vez, jejeje). El sitio nos gustó muchísimo, era algo diferente.

Después de comer, paradita para el café y seguimos con nuestro paseo sin objetivo. Llegamos hasta la plaza de la Virgen, y aunque nos hubiera gustado tomar una orxata en la típica «Horchatería Santa Catalina», estaba cerrada. Seguimos avanzando hasta la catedral y contemplamos el Micalet desde la plaza de la Reina. Poco a poco, seguimos hasta la puerta del Ayuntamiento. Te puedes imaginar sin ningún problema la plaza atestada de gente, esperando a la mascletà. Finalmente, avanzamos hasta la estación del Norte, un bonito edificio al que poder entrar a echar un vistazo. 

Puede que nuestro paso por Valencia haya sido breve. Sin embargo, nos gusta más saborear y disfrutar de los sitios a pequeñas dosis. Así, para la próxima, todavía tenemos muchos sitios para ver: el barrio de Ruzafa, les Arts i les Ciències, el Cabanyal… Así que no lo dudes Valencia, volveremos a seguirte recorriendo y disfrutando.

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