Diario de un viaje a pedales por Sa Roqueta
Eran las 6 a.m. de un 30 de noviembre, con el cielo todavía oscuro y la luna reflejándose en las aguas del Mediterráneo. Viajábamos en el interior de un monstruo marino moderno, que en la actualidad llamamos ferry. Al llegar a puerto abrió sus fauces, expulsando todo lo que llevaba dentro: grandes camiones, remolques, coches,.. y dos pequeños pececillos subidos en sus bicicletas.
¡Habíamos llegado a Sa Roqueta! Empezamos a pedalear todavía a oscuras, dejando a nuestra izquierda la ciudad de Palma. A nuestra derecha, siempre constante, el mar. Avanzábamos mientras veíamos la salida del sol y cómo las calles empezaban poco a poco a llenarse de vida.
Como los antiguos piratas y corsarios, sacamos nuestro particular mapa del tesoro, donde los caminos a seguir están pintados con los colores del semáforo para indicar cuáles son las carreteras más amigables para estas dos bicis viajeras. Cabe destacar que la linea más recta y directa nunca suele ser la opción elegida para nuestra forma de viajar. Y así, siguiendo muchas veces el camino largo y serpenteante, es cuando ocurren «las cosas»: las sorpresas, los lugares más alejados del circuito de lo que hay que ver,

Siguiendo nuestro mapa, y dejando atrás el faro de Cap Blanc, seguimos pedalenado el sur de la isla. Buscábamos la cercanía del mar para encontrar un sitio donde acampar en nuestra primera noche en la isla. Se divisaba un pinar frente al mar, sin carretera, solo camino para ir andando o, según nuestro mapa, en bici BTT. Decidimos seguir adelante y… primer obstáculo en forma de muro de piedra. Sencillo de cruzar a pie, con un poco de esfuerzo si vas solo con tu bici de montaña, pero más complicado y con la logística de mover toooodas las alforjas si vas haciendo cicloturismo. Al muro había que sumarle el segundo obstáculo, un cartel de zona privada, con la acampada prohibida, entre otras tantas prohibiciones… Dudando sobre si valdría la pena todo el trajín, nos decidimos: seguimos adelante. El resultado habla por sí solo, el mar golpeando las rocas, la puesta de sol y el pinar tranquilo y silencioso con infinidad de sitios donde poner la tienda. Vale la pena arriesgar y probar.

Amanecimos al día siguiente, el día de mi 32 cumpleaños. Eso de cumplir años en viajes especiales es algo que me hace mucha ilusión. Como si consiguiera anclar ese recuerdo en mi memoria asociándolo a ese sitio especial donde ocurrió. Por casualidad, dimos con un bar donde desayunar como reyes, antes de dirigirnos a Llucmajor, donde pasaríamos los próximos días relajados en una preciosa casa. Comiendo rico, haciendo yoga, descansando y viendo la lluvia a través de la ventana. Es este viaje vamos combinando las noches de acampada con los alojamientos (hostales, apartamentos, etc.) buscando el equilibrio entre el clima, presupuesto, necesidad de ducha y ganas de naturaleza.
Seguimos nuestra particular vuelta a Mallorca llegando a las calas del este. Cala Brafi fue el lugar escogido para pasar una noche con palco a la playa. Rumbo norte fuimos hasta cala Torta después de recorrer el trazado de la Vía Verde balear y atravesar el bonito pueblo de Artà. Coronando el coll des Racó y con fuertes rachas de viento, llegamos a una preciosa playa, lejos de todo y todos (al menos en esta época del año). Nos imaginamos esa misma carretera en agosto, llena de coches haciendo cola para subir y bajar, descargando gente con neveras y sombrillas y llenando cada palmo de playa. Puede que en Diciembre haga frío, anochezca pronto y no podamos bañarnos… pero agradecemos esa tranquilidad de poder contemplar el mar a solas y esa agradable sensación de ser los únicos invitados a la espectacular puesta de sol.

Al día siguiente, volvemos a trepar y destrepar el cerro y nos dirigimos hacia el interior de la isla. Mallorca, con sus increíbles playas, calas de arena blanca y sus aguas de color turquesa, esconde un interior verde esmeralda, que nos recordó al paisaje de los pastos asturianos. Pequeños grupos de ovejas y cabras pastan en esas tierras, casa de piedra con contraventanas de madera pintadas de diferentes colores salpican esos campos. Todo es bonito y sencillo. Alejado de la bulliciosa costa, el interior parece ser un lugar tranquilo y relajado. Los pueblos conservan su encanto: Petra, Sineu, Santa Margarita,…
Y, de nuevo, volvemos a contemplar el mar. Llegamos a la zona más norte de la isla, el Cap de Formentor. Por primera vez, entrábamos en la Tramuntana. La guinda, el plato fuerte de nuestro recorrido por Mallorca. Le teníamos muchas ganas a estas montañas desde que pusimos un pie en la isla. Varios kilómetros de ascenso suave pero continuo nos colocaron en el punto más alto de Formentor, la Talaia d’Albercutx. Encontramos un buen refugio para pasar la noche mientras observábamos la salida del día y la entrada de la noche. Ese cambio de ciclo que se produce a diario y que es capaz de maravillarte un día sí y otro también.

A la mañana siguiente iniciamos nuestra ruta por la Tramuntana. Subíamos despacio y sin prisa, disfrutando del paisaje. El día amaneció despejado y soleado. Nuestro objetivo: bajar hasta Sa Calobra por la que seguramente sea una de las más famosas, y serpenteante carretera de la isla. Llegamos hasta el Coll dels Reis, el punto más alto del día, a 682m. En apenas 10km, se baja hasta el nivel del mar. Los giros sobre la bici parecen imposibles. Curvas y más curvas descendentes. El freno continuamente apretado. Y seguir bajando. Más y más.
Aquí tengo que hacer un inciso para reconocer que, si no hubiera sido por Jolu, no me habría decidido a bajar esta carretera. Tenía un cierto «miedo» a una subida demasiado dura al día siguiente. Pensar que quizá era demasiado para mi, que «qué necesidad de sufrir tenía», etc. Pero, ¿sabéis qué? La subida no fue para tanto. Con paciencia y piñones se llegar a cualquier parte. Es mi propia mente la que me hace creer que no lo lograré. Pero, hasta el momento, no ha habido ninguna etapa que no haya podido completar. Ningún tramo en el que haya tenido que deshacer el camino pedaleado por no poder seguir avanzando. Así que miedos, os respeto pero no me voy a dejar guiar por vosotros.

Salimos de Sa calobra con una sonrisa y la satisfacción de un reto superado, después de una noche de viento desatado. Tras pasar por los bonitos pueblos de Fornalutx y Sóller, cruzamos la Tramuntana hacia el interior, con la idea de llegar a uno de los refugios de montaña. Llegamos al Tossals Verds tras un último tramo donde el asfalto brillaba por su ausencia y las cuestas eran muy pronunciadas. Con el tiempo justo para no calarnos con la lluvia que se desató. Entramos al calor del fuego del refugio. El refugio, perteneciente a la CCAA, nos gustó mucho, aunque, sinceramente, nos pareció bastante caro. Concebimos los refugios de montaña más como un servicio público para aquellos que necesitan un techo bajo el que dormir y protegerse del frío en la montaña. Pero, en este caso, el precio que tienen no se diferenciaba mucho de una noche de hotel (al menos en temporada baja).
Al día siguiente hicimos una ruta a pie que nos llevó hasta la cima del propio Puig dels Tossals Verds. Con rachas de vientos que superaron los 90 km/h, conseguimos coronar la cima.
Tras nuestros dos días de mochileros montañeros, volvimos a nuestros bicis para completar la vuelta a la isla. Pedaleamos hasta Esporles, un pequeño pueblo en el que dormimos maravillosamente en un merendero a las afueras, tras una noche de estrellas. Los días siguientes terminamos de atravesar la Tramuntana. Acantilados y mar a nuestra derecha y montaña y roca a la izquierda. Cruzamos Estellenchs, Andratx, Galilea,… hasta llegar de nuevo a Palma.

Tras 15 días en la isla, se cerraba el círculo y completábamos nuestra vuelta a Mallorca, donde siempre es un placer volver. Un broche de oro para nuestra primera parte del viaje sobre ruedas.
Nota: escribimos esta historia en diferido. Después de dos meses viajando con la bici por España, hemos hecho un pequeño parón. Volver a «casa» para estar con los nuestros y conocer a un nuevo miembro de la familia. Un momento muy especial en el que queríamos estar presentes. Tras estos días de conexión familiar, volvemos a retomar el viaje. ¡Sigue nuestro diario de viaje para saber qué nuevas aventuras se vienen!