Torres del Paine: La historia

En nuestro viaje sin billete de vuelta por Sudamérica, decidimos que visitaríamos la Patagonia y, por recomendaciones varias, que haríamos un trekking en el Parque Nacional Torres del Paine. Nuestro viaje no tenía (ni tiene) una ruta establecida, así que vamos decidiendo cada paso sobre la marcha. Así, llegamos a Puerto Natales con la idea de planificar nuestro trekking por las Torres. Sin embargo, nos encontramos con un problema: era necesario reservar en los campings con antelación, y muchos de ellos llevaban meses reservados!
Preguntando, nos enteramos que la obligación de reservar es una norma nueva del 2016 para evitar la masificación en el Parque. Pero, curiosamente, los únicos campings con plazas agotadas eran los gratuitos o los de precio asequible, y los refugios o campings con el pack «all in», a unos 100$ la noche, seguían disponibles. Casualidad?

 Veníamos cargados de energía y buena onda, tras nuestro paso por El Chaltén, así que decidimos que no íbamos a irnos sin al menos haberlo intentado. Siguiendo recomendaciones de otras personas que habían pasado por el Parque, decidimos aventurarnos sin reserva, y tratar de pagar los campings in situ.
Con esta decisión nos plantamos el primer día en la ruta, a las 7:00 a.m., para ir a dedo al Parque. Tras hora y media de espera, nuestro optimismo estaba un poco tocado. Habían pasado muchos coches, pero ninguno paraba, ¿habríamos hecho bien en intentar llegar a dedo, en vez de coger el autobús?
En cuestión de minutos se despejaron todas las dudas, nos levantaron dos chicos que, además, iban a trabajar al Parque. Perfecto, vamos con ellos! Llegando a la entrada, tenemos el primer golpe de suerte. Como vamos en un coche con dos trabajadores del Parque, pasamos directamente, sin pagar la entrada, y nos pueden llevar hasta el mismo camping donde empieza la ruta. No podemos creérnoslo. Bajamos del coche con el pensamiento de si nos dejarán acampar o no, y ahí llega el segundo golpe de suerte. No sólo nos dejaron acampar sin problemas, si no que además nos cobran precio chileno, ahorrándonos un dinero en el alojaimento. La buena onda nos acompañaba sin duda!

Montamos la tienda y nos preparamos para la primera subida. Más de 9km al Mirador de las Torres. El día era perfecto, el sol lucía y estaba todo despejado. Tras varias horas de caminata, llegamos. Las Torres se mostraron ante nosotros en todo su esplendor, revelando a sus pies una laguna. Un paisaje increíble.

Mirador de las Torres

Con la adrenalina del primer día, llegamos a la segunda jornada del trekking. El paso del campamento Central al Italiano, ahora sí, cargados con todo el equipaje encima. Un recorrido duro sin duda, pero con unas vistas preciosas del impresionante lago Nordenskjold que fuimos bordeando todo el día. Sus aguas pasaron del azul, al turquesa, y al verde. Sus orillas podían parecer incluso pequeñas calas de alguna costa perdida en Italia. Fue precioso. 

Llegamos al campamento Italiano (gratuito) y nos sorprendió lo vacío que estaba, pese a llevar las plazas agotadas meses… Buscamos al guardaparques para preguntarle si podíamos montar la tienda, pero no lo encontramos. Así que decidimos directamente buscar un hueco para poner nuestra tienda. No hubo ningún problema, estaba siendo todo mucho más fácil de lo que lo pintaban… Esa misma noche, mientras cenábamos, conocimos a un grupo de chilenos y un japonés que compartieron comida, bebida y charla con nosotros. Un grupo bacán con el que nos reímos mucho.

Tercera jornada de trekking: Mirador del Británico. Sin mucha prisa nos levantamos y pasamos la mañana llegando a este bonito mirador. Una caminata tranquila que discurre por un bosque que se termina abriendo para mostrar a los grandes macizos en el mirador. Nos tumbamos a contemplar el paisaje, la naturaleza en esta zona del mundo es realmente a lo grande.

A mediodía volvemos al campamento a por nuestras cosas y ponemos rumbo al camping Paine Grande. Al llegar, pensamos que nos merecemos una cerveza y al entrar en el bar ¿a quién nos encontramos? Efectivamente, el grupo chileno, Yuki y unos nuevos colegas norteamericanos. Estuvimos el resto de la tarde carreteando todos juntos. Más risas y momentos compartidos en un grupo que no parecía que se acabara de conocer. Cuando finalmente nos echaron, directos a acostar. Al día siguiente teníamos la última caminata: la visita al Glaciar Grey.

Esta última jornada fue la más dura de todo el trekking. 32km de caminata con subidas y bajadas. ¿Vale la pena? Absolutamente sí! Llegamos incluso a unos puentes colgantes desde los que vimos muy de cerca el glaciar. Impresionante ya que, además, hacía pocos días que se había separado una parte del tamaño de varios campos de fútbol, que flotaba a varios metros en la laguna…

Fueron cinco días de naturaleza, esfuerzo y nuevos amigos que terminaron en una celebración de cumpleaños por todo lo alto. Un broche de oro a nuestras aventuras por la Patagonia. Realmente vale la pena visitar esta maravilla de Parque.

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Translate »