Un mundo de plástico

Totalmente cierto es que viajar te abre la mente, te ofrece nuevos horizontes y te enseña otras realidades distintas a la tuya. Esa que siempre has pensado que es «la buena». Pero, vaya por donde, viajando has descubierto que no. Que no hay costumbres y tradiciones intrínsecamente buenas o malas. Evidentemente, no estamos hablando de cuando las prácticas habituales son violaciones de derechos humanos, si no que nos referimos a cosas como que lo habitual sea beber jugo en vez de agua en las comidas, que el acompañamiento de los platos sean papas y arroz en lugar de pan o que se de las gracias a la Pachamama vertiendo un poco de de tu vaso en la tierra antes del primer trago. Ese tipo de costumbres, que hacen de un lugar y sus gentes algo único.  

Tradiciones Bolivia

Sin embargo, hemos encontrado un patrón que se repite invariablemente. Tanto en los países que hemos recorrido durante nuestros 5 meses en Sudamérica como aquí en España: vivimos en un mundo de plástico.

Es increíble como este material es capaz de llegar a los lugares más recónditos del planeta. Está presente tanto en ciudades a más de 3.500msnm como en nuestros mares y océanos. En las grandes urbes y hasta en pueblos perdidos en mitad de la montaña.

El tema de los residuos es algo en lo que venimos pensando y que nos viene preocupando cada vez más en los últimos tiempos. Nos preocupa ver paisajes increíbles llenos de basura, la falta de educación y concienciación que tenemos respecto al impacto que tienen nuestros actos en el planeta… Pero, sobre todo, nos preocupa la mentalidad respecto a nuestro consumo. Para nosotros, la raíz de este problema se puede encontrar en nuestra forma y patrones de consumo. Cuando compramos algo sin ser conscientes de la huella ecológica que ha dejado su producción o que dejará una vez lo tiremos. Porque, seamos realistas, cada vez estamos más acostumbrados a la filosofía del «usar y tirar». A que los productos sean de un solo uso. El usar y tirar como reflejo del aquí y ahora. En una época como la nuestra, en la que todo va tan rápido, parece complicado pararse a pensar en qué y cómo estamos consumiendo. 

Sin embrago, el uso del plástico de manera masiva, es algo relativamente nuevo. En el mundo que conocieron nuestros padres en su infancia, se iba a comprar el pan con una bolsa de tela, y la carne te la envolvían en papel y no en una bandeja de porexpan cubierta de plástico. Estamos hablando de hace 40 o 50 años, no más. El uso excesivo de materiales plásticos en el envasado es solo la punta de un iceberg donde el plástico se ha acabado filtrando en todos los rincones del planeta: desde las micro-fibras que se desprenden de los tejidos sintéticos en la lavadora y que acabaran en mares y océanos, hasta el micro-plástico presente en el aire. Un problema profundo, sin duda, que no se soluciona con el reciclaje. Esa especie de «solución mágica» que nos han vendido. Campañas, contenedores y plantas de reciclado donde, en realidad, y según un estudio de Greenpeace, solo se ha reciclado un 9% del plástico producido desde 1950. Y, ¿qué pasa con el resto? El reciclaje debería ser la última de las opciones, precedida de las anteriores «erres»: reflexionar, rechazar, reparar, reducir, reutilizar y reclamar.

Todo empieza con un cambio en la mentalidad, con una toma de conciencia individual sobre la huella que estamos dejando. Hace poco conocimos la noticia que a 1 de Agosto de 2018, ya se habían consumido los recursos renovables de la tierra para todo el año. En medio año ya los hemos agotado, ¿eso no nos hace replantearnos nuestro modelo de consumo? Quizá, un cambio de mentalidad individual, y otro y otro… vayan sumando fuerzas. Y puede que si cada vez somos más gente, haciendo más ruido y más presión, los cambios vayan a más. Cada vez más, iniciativas como las de Fer y Patri de Vivirsinplástico o Rafa de Mispachamama están adquiriendo notoriedad. Nosotros creemos que para conseguir un gran cambio hay que empezar de abajo arriba, desde lo individual a lo colectivo. Creemos en la educación como base para cambiar estos comportamientos y aumentar nuestra concienciación sobre el problema, conociendo los actos que podemos realizar para reducir nuestro impacto ambiental.

¡Suma tu granito de arena a esta causa! No pienses que los pequeños actos no sirven para nada, no te desanimes, los cambios son lentos pero imparables y ¡cada vez somos más!

Un mundo de plástico

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